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Querido diario,

Hoy, mientras cerraba la óptica, no pude evitar sentir un peso abrumador en mi pecho. Es esa mezcla de ansiedad y temor que parece seguirme como una sombra persistente desde que decidí embarcarme en esta aventura de ser dueña de mi propio negocio. Cada noche, al apagar las luces y cerrar la puerta, me pregunto si estoy haciendo lo suficiente para que mi óptica no solo sobreviva, sino que realmente prospere.

Este temor no es infundado. Vivo en un constante temor de que mis competidores me superen, que mis clientes opten por otras opciones quizás más modernas o más económicas. La industria óptica no es solo cuestión de vender gafas o hacer graduaciones; es un arte sutil de ganarse la confianza y lealtad de los clientes. Mi gran miedo secreto, y probablemente mi mayor fuente de insomnio, es ver cómo mi óptica podría quedarse atrás, ver cómo el flujo de clientes de calidad disminuye mientras otros se alzan y sobretodo sentir que mi vida esta anclada a la óptica y es como una jaula que no me permite disfrutar de tiempo para mi y mi familia, en la que voy arrastrando tareas todo el día, apagado fuegos sin ningún orden. Además siento miedo que mi equipo deje de confiar en mi porqué les transmito inseguridad y falta de claridad en el día a día. Temo que algún día las personas que trabajan conmigo se vayan a otro sitio.

Durante el día, me siento atrapada en un torbellino de tareas. Desde gestionar el inventario hasta atender personalmente a los clientes y manejar las finanzas, cada día es un maratón que rara vez me permite tomar un respiro. Añade a eso la carga de ser la única tomadora de decisiones. Sí, la soledad en la toma de decisiones pesa más de lo que cualquiera podría imaginar. Cada decisión, desde la más minúscula hasta las inversiones significativas, recae sobre mis hombros, y el miedo a equivocarme es paralizante.

No solo eso, atraer clientes se ha convertido en una tarea hercúlea. En un mercado donde cada vez más personas ven los servicios ópticos como mercancías comunes en lugar de tratamientos especializados, comunicar el valor y la calidad de nuestros servicios es un desafío constante. ¿Cómo logro que vean que lo que ofrecemos es especial, que detrás de cada diagnóstico hay una tecnología y un cuidado excepcional y mucho valor de solventar el problema visual de la persona?

Y luego está el equipo. Gestionar personal, intentar que todos estén alineados con la visión de la empresa mientras mantengo una comunicación efectiva… es agotador. A veces siento que si pudiera simplemente tener un par de horas al día para dedicarme a pensar estratégicamente en lugar de apagar incendios, podría realmente hacer una diferencia.

En mi corazón, deseo más que nada ser reconocida como optometrista en mi localidad, no solo por los ingresos que pueda generar, sino como un referente de calidad y cuidado. Sueño con el día en que mi óptica sea conocida como el lugar al que las familias confían su salud visual, donde cada cliente se sienta valorado y cuidado.

El estilo de vida que anhelo parece a veces tan lejano. Sueño con tener la libertad de gestionar mi tiempo, de no estar atada todo el día a la óptica, de poder disfrutar de momentos de calidad con mi hijo sin sentir que estoy descuidando mi negocio. Imagino un futuro en el que puedo delegar sin temor, confiando en un equipo que comparte mi pasión y dedicación.

Sin embargo, cada paso hacia ese futuro parece requerir un esfuerzo sobrehumano. A veces me pregunto si tengo lo que se necesita, si podré alguna vez superar mis propias inseguridades y las barreras que el mercado pone frente a mí. La resistencia al cambio es un enemigo formidable, y mi propia resistencia interna a veces parece la más difícil de vencer.

Pero a pesar de todas estas luchas y dudas, hay algo dentro de mí que se niega a rendirse. Algo que me impulsa a seguir adelante, a seguir luchando por ese reconocimiento y éxito que sé que mi óptica y yo merecemos. Tal vez es esa necesidad de reconocimiento, o quizás el deseo de probar que puedo ser no solo una buena optometrista, sino una gran empresaria.

Quisiera poder decir que soy optimista todo el tiempo. Pero la verdad es que hay días en los que la incertidumbre y el miedo me abruman. Sin embargo, tengo que creer que con cada pequeño paso, con cada pequeña victoria, estoy un poco más cerca de convertir esos sueños en realidad.

Por ahora, seguiré adelante, armada con la determinación y la esperanza de que, algún día, al cerrar la puerta de mi óptica al final del día, lo haré con una sonrisa, sabiendo que no solo he sobrevivido otro día, sino que he prosperado.

Con amor,
Laura.